Por Deepak Chopra*
"Somos la única especie que ha devastado el equilibrio ecológico del planeta. Hemos cometido asesinatos en nombre de Dios", recuerda el autor de este artículo. Y se pregunta si en tiempos de guerra y destrucción en Iraq es pueril tener esperanzas en la creación de una conciencia pacifista.
CARLSBAD, ESTADOS UNIDOS.- ¿Resulta ingenuo de nuestra parte hablar de paz cuando todas las cadenas de televisión muestran la devastación que está sufriendo Iraq, el lugar de nacimiento de la civilización? ¿Es pueril tener esperanzas en la creación de una conciencia pacifista en un mundo en el que todos los indicios históricos disponibles parecen mostrar que los seres humanos son por naturaleza violentos y crueles?
Arthur Miller ha observado que los seres humanos tienen un anhelo tan profundo de significados y de propósitos que hallamos casi insoportable pensar que la sociedad, sus dirigentes y los gobiernos mundiales han perdido la cabeza.
No obstante, el historial del comportamiento humano muestra abundantes y continuos hechos de violencia. La gente idealiza a la antigua Grecia y a su gran civilización, así como a sus pensadores, aunque la mayoría de los griegos eran bárbaros y sexistas, creían en la esclavitud y arrojaban a los niños minusválidos a los leones.
A través de la historia, los seres humanos han sido racistas, intolerantes y etnocéntricos. Somos la única especie que ha devastado el equilibrio ecológico del planeta. Hemos cometido asesinatos en nombre de Dios. Hemos creado armas de destrucción masiva. Los países más poderosos han usado misiles revestidos con uranio empobrecido, que puede causar leucemia en los niños. El plutonio, como subproducto de nuestras industrias nucleares se filtra diariamente cada vez más profundamente en el suelo y pronto entrará en la cadena alimentaria. Y estas son sólo dos de muchas peligrosas sustancias químicas que nos amenazan. ¿Podemos ser tan ingenuos como para presumir que vamos a crear una conciencia a favor de la paz?
Lo que vemos en la CNN y en las otras redes de noticias es una televisión que está compitiendo por los índices de audiencia. Si no fuera por el hecho de que cientos de miles de personas están siendo afectadas por la guerra, y que muchos son los muertos, quizás podríamos ponernos a comer palomitas de maíz y a disfrutar del espectáculo. En esto se ha convertido nuestra cultura.
En tanto las políticas de los gobiernos del mundo se basen en el interés propio y en la codicia no puede haber esperanza. Las naciones en guerra y sus dirigentes pueden parecer enemigos pero de hecho son, implícitamente, aliados. Son aliados en la destrucción y devastación de la humanidad y en la propagación de la miseria y de los sufrimientos. En esta situación no ayudará el activismo airado contra la guerra por más amplio que sea, porque el activismo colérico se agrega a la turbulencia del mundo.
Pero si admitimos que la conciencia es un campo que la ciencia moderna recién está comenzando a comprender quizás haya alguna razón para tener esperanzas. La idea de que la fuerza militar puede aportar seguridad es sencillamente equivocada. Lo opuesto es la verdad: cuanto mayor sea la fuerza militar mayor será la inseguridad, que es un producto del miedo. La verdadera seguridad viene de un ampliado sentido de uno mismo en el que la codicia es reemplazada por el deseo de compartir, la arrogancia por la humildad, la agresión por la generosidad, las exigencias por la conciliación.
Esto puede ocurrir sólo si nuestros dirigentes ponen el énfasis en el servicio y no en el logro de beneficios, en la cooperación y no en la competencia, en los corazones abiertos en lugar de los mercados abiertos, así como cuando la violencia y el miedo sean reemplazados por la compasión, la humildad, la paz y la justicia social. Y cuando podamos todos identificarnos con la familia humana en lugar de hacerlo con la nación o con la tribu.
Si unimos fuerzas entonces quizás no sea tan ingenuo esperar que podamos cambiar las cosas.
Si los medios de comunicación, la industria del entretenimiento y las instituciones de enseñanza comienzan a concentrarse en construir una conciencia de paz que haga inaplicable el poder militar y que los mercaderes de la muerte y de la destrucción se conviertan en parias de la sociedad, entonces podremos ver que las cosas cambien.
Quizás podamos crear un ambiente en el que el propio nacionalismo se convierta en una idea pasada de moda. "El nacionalismo es tribalismo", dijo hace 50 años el filósofo Krishnamurti.
Un antropólogo amigo me dijo que si los insectos desaparecieran del planeta toda la vida cesaría en cinco años, pero que si los hombres desaparecieran la vida prosperaría en cinco años.
Quizás la Madre Tierra esté diciendo: "¿Saben ustedes? Este ser humano fue un experimento interesante, pero no funcionó. Sigamos adelante." Quizás éste sea nuestro destino. Quizás no lo sea. El mundo espera con el aliento contenido que nos saquen de esta pesadilla.
(Copyright IPS)
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